«No hay inversión más rentable que la del conocimiento«. Benjamin Franklin.
Bien es cierto que la crisis que llevamos sufriendo en nuestro país en los últimos años ha perjudicado notablemente a muchas organizaciones. La consecuencia ha revertido en un incremento considerable de empresas que se han visto obligadas, entre otras cosas, a cerrar o reducir su plantilla. Pero, ¿y las que subsisten?, ¿cómo sobreviven?, ¿qué recursos emplean?
Diferenciación, innovación, reinvención, desarrollo del talento, creatividad, cualificación, polivalencia, networking, alianzas estratégicas, formación… son algunas de las palabras que suenan en los diferentes círculos empresariales y profesionales y que nos dan respuesta a estas preguntas. Hoy en día vemos cómo sobreviven muchas, extrayéndole el jugo al talento y a la creatividad de su equipo humano, la maquinaria que la hace funcionar, diferenciarse y ser más competitivas.
¿Qué relación tienen la competitividad y la formación? ¿Qué beneficios aporta la formación continua de trabajadores en la empresa para la mejora de la competitividad?. La inversión en la formación continua de los trabajadores en activo de nuestra empresa supone, entre otros muchos aspectos:
- Mejoras de la capacidad y desarrollo profesional del trabajador.
- Mejoras de la cualificación del equipo humano.
- Incremento de la participación del equipo humano, aportando nuevas ideas de valor para la empresa.
- Incremento de la productividad.
- Mejora la imagen, reputación, credibilidad y confianza en la empresa.
Por estos motivos, la formación en las empresas no debe suponer un gasto sino una apuesta de futuro, una inversión que retornará en beneficios y un incremento en ventas.
¿Qué opinas? ¿Crees que las empresas ven la formación como un gasto o como una inversión?, ¿Piensas que las empresas no invierten el formación por miedo a la “fuga de talentos”?