La decisión es sencilla: hay trabajo para la mujer y se va a por él. Se adquiere formación, se ponen los pies firmes en el suelo y se deja a un lado todo el bagaje de siglos en los que eran consideradas flores para mantenerse de adorno. Porque, ¿existen trabajos específicos para hombres? Es cuestión de fuerza, de habilidades motoras, de entrenamiento, de capacidades innatas al sexo masculino o, simplemente, ¿es cuestión de atreverse, esforzarse e ir adquiriendo experiencia? Ningún empleo es sencillo, y tras más de un siglo con igualdad, con leyes que tratan de impulsarla, poco a poco el abanico de opciones y puestos de responsabilidad se va abriendo para el sexo femenino. Este es testarudo cuando se refiere a labrarse un futuro o conseguir el pan con el que dar de comer a la familia, y a sí mismas. Por eso no ceja en su empeño de acceder al mundo laboral, a todo él, incluidos sectores como la construcción, la minería, el transporte e, incluso, los servicios de urgencias tradicionalmente considerados masculinos como son las profesiones de bombero o piloto de emergencias. El único secreto: intentarlo y, sobre todo, no sentirse menos que nadie.
El mundo laboral y las mujeres
En un mundo laboral cambiante, con ofertas que no se limitan a las tradicionales que se pueden desempeñar en una oficina, incluir en el curriculum habilidades físicas relacionadas con trabajos tradicionalmente considerados para hombres, incrementa las posibilidades para encontrar trabajo. Y esto no es solo porque se vaya a acceder a este sector, sino porque cualquier seleccionador en una entrevista valorará el arrojo de una mujer que demuestra ser capaz de superar un reto al formarse y poseer las cualidades necesarias para trabajar dentro y fuera de lo que muchos consideran la zona de confort laboral del sexo femenino.
Son muchas las películas que cuentan como las mujeres han vivido la experiencia de lanzarse a trabajar en un mundo de hombres, porque es una historia digna de contarse. No solo porque sean consideradas, sobre todo en el pasado, físicamente inferiores, sino porque cuando el trabajo escasea, cualquier mano de obra es considerada una amenaza. No olvidemos que se trata del puesto de trabajo y con eso no se juega. De ahí que los estereotipos, y desgraciadamente el machismo, sea la primera línea de defensa y de ataque para impedir que otros, y otras, compitan en igualdad de condiciones. En tierra de hombres, protagonizada por Charlize Theron y dirigida por Niki Caro., cuenta la historia de una mujer que entra con otras de su mismo género a reforzar la plantilla de mineros en un pueblo perdido de Norteamérica. En aquella fábrica trabajan también su padre y hermano, que son lo primeros que le piden que deje el puesto porque el grupo de compañeros les presiona para que la convenzan. Ella y sus compañeras son una amenaza.
Alicia y el curso de Trabajos verticales y prevención de riesgos laborales
Las mujeres no son una amenaza en el mundo laboral, más bien son un valor, porque su destreza, sus capacidades, y su visión de los problemas complementa y enriquece cualquier equipo. Eso se han encargado de demostrar las pioneras, aquellas a las que representa Charlize Theron en el filme En tierra de hombres y que son las que, con su esfuerzo han abierto las puertas para que ahora mujeres como la compañera Alicia, no se lo piensen dos veces y realicen el curso de trabajos verticales que se imparte en ESETEC. En este curso no solo hay que aprender cómo trabajar en la construcción, sino que hay que conocer y controlar todos los elementos que permiten a un trabajador mantenerse a salvo en altura, desempeñando su labor con alto riesgo. Por eso la forma física es importante, por eso es necesario un duro entrenamiento, por eso ella entrena, como sus compañeros, como cualquier trabajador que valore su vida y quiera desempeñar bien su trabajo.
De todos es conocida la buena forma que han de tener los bomberos, las pruebas a las que se someten, de forma periódica, porque de ella depende su capacidad de salvar vidas. Las mujeres bombero también se entrenan. Existe formación también para estos casos, y no solo se trata de ir al gimnasio, sino de formar parte de un equipo que, cuando acude a la llamada de un edificio en llamas funciona como todo uno que se apoya mutuamente. En ese momento no importa que se sea hombre o mujer, importa la confianza y ella se adquiere, o debería adquirirse, no por el sexo, sino por la demostración en los entrenamientos de que se posee la forma física adecuada y la disposición a cumplir lo que se encomienda al grupo por parte del superior para salvar vidas.
También las mujeres salvan vidas
Ya sea en primeros auxilios, donde la formación también es indispensable, o ya sea en el rescate a través del pilotaje de aviones o helicópteros, ¿quién no se alegra al ver llegar el servicio de emergencia? ¿Y al llegar el transporte público tras la espera en la parada? En ese momento tampoco importa el sexo, importa que quien llega a prestar el servicio de ayuda sepa hacer su trabajo. Todo lo demás son prejuicios, y en pleno siglo XXI ya está más que demostrado, con el total acceso de las mujeres a las titulaciones y cursos de formación, que su capacidad de estudio, de esfuerzo y de entrega no tiene límites; igual que tampoco los tiene la del sexo masculino. En todo caso, y así debería ser en las entrevistas de trabajo, se debe hablar de personas, de hombres o mujeres individuales a los que se puede confiar una tarea y a los que no, porque es un cuestión de confianza, de entrenamiento, de formación, de habilidad; no de sexo.